Es necesario replantearse a uno mismo, analizar con perspectiva (¡y mira que resulta difícil hacerlo!) el estado físico y mental de la propia persona, su situación real en mitad de esta vorágine cotidiana que es la vida en si misma.
Replanteárselo todo.
Yo no lo hago con frecuencia porque pienso que es como un reseteo general donde desconectamos nuestra CPU para ir arrancando de nuevo paso a paso analizando cada uno de nuestros procesos vitales y de nuestras rutinas diarias. No es algo que deba hacerse muy a menudo bajo pena de perder datos de importancia en el proceso que nos obliguen a una reorganización más drástica.
Ahora lo estoy haciendo. Poco a poco... y me he topado de bruces con "la religión"... ¡menudo fantasma!.
He nacido y me he criado en una sociedad cristiano-católica-apostólica-romana (creer en Cristo, universalizada, seguir las enseñanzas de los apóstoles y las directrices de la curia vaticana) pero nunca me he sentido identificado con esta forma de espiritualidad.
Cuando niño asistía a la celebración de la misa dominical por imperativo materno, de punta en blanco y con la prohibición de extender mis juegos infantiles más allá de mi inmaculada vestimenta así que resultaba un ejercicio tedioso y la mayoría de las veces irritante para mi espíritu díscolo. No solía entender la prédica del sacerdote porque en mi pequeña población sólo existía un acto religioso para todos los públicos y con tendencia a dirigirse a los adultos, lo único que esperábamos los más menudos era su final para salir corriendo a divertirnos. Sé que en otras sociedades este ritual asambleario se combina con un acto social donde los amigos se reúnen con los amigos y los vecinos se juntan con los vecinos pero no era este el caso. Para nosotros niños era una circunstancia que no podíamos evitar y debíamos abordar de la mejor manera posible.
Cuando crecí no mejoró la cosa, cada vez me alejé más de esa supuesta necesidad religiosa que a otras personas empuja hacia la búsqueda de la reconfortante palabra "del señor" y descubrí que no todos los buenos están en los templos, ni que todos los que visitan frecuentemente "la casa del señor" son merecedores de respeto. Es cierto que me encontré con personas de buen corazón bajo esa manta religiosa pero no había exclusividad en ello otros igual de buenos estaban fuera de su cobijo y bajo su propio paraguas moral.
Ahora mismo formo parte del montón, de ese pelotón numeroso de católicos no practicantes que existe en mi país y no es que yo mismo sea el que me catalogo, es que por el hecho de estar bautizado ya lo hacen por mí (nadie me preguntó nunca nada) en realidad mi opinión es irrelevante para la gran mayoría de la casta sacerdotal porque para ellos sólo soy un número. Pero dejar la iglesia no es tan fácil como salir por el pórtico del edificio, es sumamente difícil tanto como cancelar un contrato con alguna de esas compañías de telefonía móvil o de provisión de conexión a internet de las que se habla en los foros de tecnología (¿será algo inherente a las sectas?).
He sido bautizado, si, y también he hecho la Primera Comunión pero... ¡me siento tan distante de todo eso!.
Es por ello que me irrito cuando la jerarquía eclesiástica (en especial ciertos obispos y cardenales) salen a la palestra con sus sermones decimonónicos y sus panfletarias homilías en defensa de una tradición de fe más que dudosa y alejada de los propios valores de la enseñanza de les fue confiada, más cambistas en el templo que otra cosa.
Ahora sopla una brisa nueva en Roma, un hombre que se hace llamar Francisco intenta darle nuevo vigor a esta "empresa de dios" que dirigen unos cuantos hombres, los principios parecen buenos... ¿cabe un rayo de esperanza?, le deseo la mayor de las suertes y la mejor inspiración en su ardua tarea.
Como suele decirse "Dios proveerá" pero que no lo hagan los hombre por favor, son tantos años de inquisición que tengo tendencia a dudar de ellos.
Como generalizar es un error debo señalar que dentro de la iglesia cristiana también hay muchos buenas gentes pero eso no logra enderezar el fiel de la balanza que se inclina hacia lo negativo por una cúpula retorcida que ambiciona poder y atesora intolerancia, los primeros son siervos que deben ofrecer su obediencia a unos señores sin escrúpulos que los avasallan.
Ya ves, hay noticias en los diarios que me alteran, lo siento.
He sido bautizado, si, y también he hecho la Primera Comunión pero... ¡me siento tan distante de todo eso!.
Es por ello que me irrito cuando la jerarquía eclesiástica (en especial ciertos obispos y cardenales) salen a la palestra con sus sermones decimonónicos y sus panfletarias homilías en defensa de una tradición de fe más que dudosa y alejada de los propios valores de la enseñanza de les fue confiada, más cambistas en el templo que otra cosa.
Ahora sopla una brisa nueva en Roma, un hombre que se hace llamar Francisco intenta darle nuevo vigor a esta "empresa de dios" que dirigen unos cuantos hombres, los principios parecen buenos... ¿cabe un rayo de esperanza?, le deseo la mayor de las suertes y la mejor inspiración en su ardua tarea.
Como suele decirse "Dios proveerá" pero que no lo hagan los hombre por favor, son tantos años de inquisición que tengo tendencia a dudar de ellos.

Ya ves, hay noticias en los diarios que me alteran, lo siento.
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